¿Por qué Rappi vale US$1.000 millones si genera pérdidas? (Colombia)

Tres jóvenes colombianos quieren convertir su empresa en la tecnológica número uno de la región. Aseguran que por el momento no les interesa reportar utilidades, sino consolidar su modelo de negocio.

Hace tres años, dos caleños y un bogotano emprendieron una travesía en la que invirtieron prácticamente todo su tiempo y ahorros. Hoy, esa idea de negocio está valorada en más de US$1.000 millones y proyecta alcanzar los US$6.000 millones en diciembre de 2019. Simplemente, su ritmo de crecimiento parece imparable. (Lea Rappi ya valdría más de $3 billones para los inversionistas)

El caso Rappi ha sido tan sorprendente que, según el criterio del presidente Iván Duque, tal acontecimiento debió ocupar los primeros lugares en los medios de comunicación. “No entiendo por qué no hemos valorado lo que ocurrió esta semana. Una empresa creada por millennials, en tan sólo unos años, alcanzó una valoración que supera los US$1.000 millones. ¿Se ha preguntado, señor Bruce —Mac Master, refiriéndose al presidente de la Andi—, cuánto le toma a una compañía en Colombia llegar a ese punto?”, dijo el mandatario en su discurso en el Congreso Nacional de Exportadores.

Esta startup, como empresa tecnológica que rebasó dicha valoración, entra a ser parte del club de los “unicornios”, un grupo de más de 270 compañías en el que también tienen su lugar Uber, Airbnb y Reddit. Junto con Lifemiles, son la únicas dos del listado que tienen su origen en Colombia.

Sin embargo, la otra cara de este denominado unicornio empresarial muestra una compañía que no genera utilidades. Al contrario, sus estados financieros dicen que para diciembre de 2017 las pérdidas superaron los $56.000 millones.

En diálogo con El Espectador, Simón Borrero y Sebastián Mejía, cofundadores de Rappi, explicaron lo que para ellos significa el momento por el que atraviesa su empresa.

¿Les quitan el sueño estos números que reporta Rappi?

Varias cosas —dice Sebastián Mejía, mientras prepara su respuesta desde una sala de conferencias ubicada en las instalaciones de su startup en Ciudad de México—. Primero, ese hito de unicornio es algo que miramos con muchísima humildad y responsabilidad. Queremos seguir creciendo, y creo que este reconocimiento tiene algo de vanidad. Realmente, vamos por cosas más grandes que esta. Queremos construir el emprendimiento tecnológico más importante que Latinoamérica ha visto.

Ahora, siguiendo con su pregunta sobre nuestros estados financieros —continúa el joven empresario que viste unos jeans, tenis y camiseta—, Rappi es una empresa que no genera utilidades. Utilizamos todos los recursos para seguir nuestra expansión territorial, mejorar nuestra tecnología y alcanzar nuevo talento; inversiones fuertes con las que queremos atraer usuarios para que utilicen nuestro producto —precisa para dejar claro que, como compañía, su afán no está en generar ganancias—.

Entonces, ¿qué ven en ustedes los inversionistas para decir que este negocio colombiano vale más de US$1.000 millones?

Lo que ven es la posibilidad de crear un emprendimiento de muchísimo impacto —continúa Mejía—. Lo que caracteriza a los inversores de Silicon Valley, y otros, es que son muy buenos en encontrar ciertos indicadores y patrones en empresas de tecnología, características que hacen que las compañías crezcan a este ritmo. Es una apuesta a futuro por crear un Rappi de mucha escala e impacto, no una inversión que busque retornos inmediatos a corto plazo.

En resumidas palabras, lo que explica Mejía es que a los inversionistas no les preocupa si Rappi actualmente genera ganancias. Lo que llama su atención y hace que inyecten grandes cantidades de dinero para su crecimiento es, por ejemplo, su modelo de negocio, la forma como han mantenido su operación y la apuesta en el mercado que los hace tan únicos bajo la categoría que denominan on demand delivery, es decir, el mercado que se dedica a llevar los productos que los usuarios demandan.

Según Leonardo Wehe, el nuevo tiburón inversionista que hace parte del programa de televisión Shark Tank, empresas exitosas como Uber, Airbnb y Spotify, entre otras, están en una constante pérdida de dinero. “Uno se pregunta, ¿cómo pueden ser un negocio? Bueno, lo son porque Uber acaba de vender su operación china en miles de millones de dólares, es decir, si alguien entró al negocio de esta compañía hace 10 años, hoy puede ver cómo su dinero se multiplicó”, explica el empresario argentino en entrevista con El Espectador.

Actualmente, la bandera de Rappi en América Latina ondea en Colombia, México, Argentina, Chile y Uruguay, países en los que opera en casi 30 ciudades. Tanto Borrero como Mejía concluyen que parte significativa de este crecimiento ha sido posible gracias al talento humano que hace a esta startup lo que es, siendo los “rappitenderos”, las personas que llevan los pedidos, lo más importante para ellos.

Sin embargo, la buena relación que han buscado cosechar con sus repartidores ha tenido momentos de protestas, donde las discusiones han alcanzado el punto de generar comentarios en redes sociales y medios de comunicación.

¿Cómo han reaccionado a las diferentes protestas que han hecho los rappitenderos?

Hemos tenido casos aislados —responde nuevamente Mejía—, donde, por ajustes tecnológicos, se han generado conflictos con los repartidores. Consideramos que la mejor forma de solucionar estos problemas es por medio del diálogo y no con protestas, razón por la que tenemos canales abiertos para que ellos expresen su inconformidad.

En este punto de la conversación aparece Simón Borrero, quien desde Bogotá se une a la teleconferencia para decir “aquí quiero meter la cucharada”: Parte de lo bonito que está haciendo Rappi es que, mientras Venezuela, con ese sistema asistencialista tiene afectada la economía, en Colombia estamos recibiendo a muchos venezolanos como emprendedores y rappitenderos.

Desafortunadamente —continúa Borrero— nuestra última protesta fue iniciada por un venezolano que tenía esta actitud asistencialista, muy chavista, pero lo bonito fue que los mismos rappitenderos colombianos le decían: vea, acá estamos contentos trabajando y ganamos buena plata, no haga las cosas más difíciles.

Un salario mínimo te estará dando $5.000 la hora; un rappitendero gana en promedio $12.000 la hora, entonces, mientras en Europa es entendible que este tema está molestando a la sociedad, porque se están aprovechando de gente queriendo pagar menos del mínimo, en Colombia las cosas son diferentes, ya que, por ejemplo muchos estudiantes o personas cuyos ingresos no son suficientes, pueden ganar plata con Rappi —afirma Borrero, explicando el enfoque de economía colaborativa que tiene Rappi—.

Por lo menos en los próximos seis meses, en los planes de Rappi no está el de pisar un nuevo continente. Sus fundadores afirman que, como compañía, su mayor deseo es convertirse en la empresa tecnológica más importante de América Latina, proyección que los obliga a destronar a Mercado Libre y seguir abriendo cobertura en nuevas ciudades y países.

¿Cómo sobresale Rappi ante competidores como Uber Eats y Domicilios?

El modelo de Rappi es único. Creemos que Rappi es una superapp, es decir, un lugar donde tienes una secuencia de uso —señala Mejía—. Nuestra solución se convierte casi en la extensión de las personas en su cotidianidad. Les ayuda a hacer sus compras de supermercado o restaurantes, a hacer diligencias y llevarles dinero a su casa, entre otras verticales. Ese concepto es muy Rappi.

Luego tenemos dos tipos de competidores en diferentes verticales, uno en restaurantes, otro en supermercados. Rappi es hoy el líder indiscutible, casi dos veces más grande que el segundo, a nivel de on demand delivery en todo el continente. Tomamos la competencia con mucho respeto, pero sabiendo que somos punta de lanza y vamos a seguir trabajando en esa línea.

Falso o verdadero: ¿tienen pensada una eventual compra de Domicilios?

Falso —responde Mejía—. Estamos muy enfocados en el crecimiento orgánico. Rappi es una empresa que crece por encima del 25 % cada mes. No vemos ninguna necesidad de realizar crecimientos inorgánicos.

FUENTE: DIARIO EL ESPECTADOR (CO)

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