Conocer la importancia de nuestra microbiota (conjunto de microorganismos que residen en el cuerpo) es clave para definir el futuro de nuestro estado de salud a nivel gastrointestinal y de manera integral, podemos determinar que esta ha sido afectada por medio de sintomatología clínica en la que se busca conocer si la persona tiene alteraciones en la microbiota al presentar periodos intermitentes de diarrea o estreñimiento, epigastralgias, dispepsia gástrica, meteorismo y flatulencias (gases), entre otros.
A su vez, esta puede verse afectada por numerosos factores como la dieta, la exposición a antibióticos, consumo de medicamentos de larga data, como en el caso de la diabetes, hipertensión, hipotiroidismo, y cabe señalar que se han identificado alteraciones en la composición y función de la microbiota generando un estado de disbiosis en más de cien enfermedades humanas, desde alergias, obesidad y hasta en enfermedades mentales.
Múltiples estudios comparten la importancia de mantener una buena salud gastrointestinal, la ciencia ha podido identificar los siguientes beneficios de una microbiota intestinal saludable, ya que es el que más está poblado de microorganismos: favorece a una buena digestión permitiendo que nuestros alimentos sean más asimilables y más nutritivos, permite un correcto estado nutricional y balance del peso corporal, potencia y refuerza la inmunidad, garantiza un buen estado de la piel ya que su alteración está relacionada con la presencia de acné, dermatitis atópica, infecciones vaginales a repetición, etcétera, interfiere en nuestro sistema neuronal porque es parte del sistema nervioso entérico que se conecta con el cerebro, pudiendo favorecer su alteración a la ansiedad, estrés, insomnio y depresión.
La alimentación ejerce un papel clave en la determinación de la microbiota intestinal en todas las etapas de la vida.
La microbiota beneficiosa es representada principalmente por los géneros Lactobacillus y Bifidobacterium. De allí es que los especialistas en gastroenterología o nutrición suelen recetar a los pacientes con suplementos probióticos (bacterias benéficas) para reestablecerla.
Sin embargo, no solo la suplementación hace que se reestablezca, puesto que el buen curso de la misma y para que sus beneficios se mantengan en el tiempo dependerá de la calidad de los hábitos alimentarios. Para evitar que colonicen y aumenten en cantidad bacterias patógenas, debemos evitar los alimentos ricos en sal, azúcares refinadas, grasas saturadas y trans, así como el abuso de los edulcorantes, sobre todo los edulcorantes en polvo que debilitan el auge de bacterias benéficas.
La mayoría de estos compuestos están presentes en los alimentos ultraprocesados que son además ricos en conservantes, colorantes, espesantes y otros compuestos tóxicos ( lo contienen embutidos, productos de panadería y repostería tradicional, bebidas azucaradas/ gaseosas/ snacks, golosinas etc.), para reconocerlos es necesario no solo fijarse en el semáforo de alimentos, sino que debemos relacionarnos con ellos a través de la lectura de las etiquetas nutricionales, específicamente leer los ingredientes.
Solo así verificamos que no contenga sustancias que alteren el buen curso de nuestra microbiota y haremos compras saludables, ya que actualmente sí existen los buenos procesados en el mercado a nivel nacional y el nutricionista es el encargado en guiar a tomar las mejores elecciones alimentarias, por lo que siempre será una buena inversión visitar este especialista.
Para promover su buen estado es necesario consumir alimentos probióticos y prebióticos que contienen bacterias benéficas y a la vez el alimento que las mantiene vivas para que colonicen nuestro intestino.
Fuente: Diario el Universo (EC)