La confección de mascarillas tiene el sello tsáchila

En la comuna tsáchila Chigüilpe, en Santo Domingo, un grupo de tres mujeres nativas se unió para elaborar mascarillas, que se producen en telares de madera. Al principio, la idea era venderlas a los guías nativos de los centros culturales y turísticos de la aldea, para que se protegieran del covid-19 y estuvieran bien presentados para recibir al visitante.

El centro cultural Mushily las adquirió en septiembre, cuando abrió formalmente al público y recibió la certificación de ‘Lugar Seguro’, que emitió el Municipio de Santo Domingo. Las mujeres tsáchilas le vendieron 10 mascarillas con los colores de las faldas nativas, conocidas en el idioma materno tsáfiki como tunán y manpe tsanpa. Ese tejido es confeccionado en un telar, construido hace más de 20 años por artesanos de la comunidad. La elaboración de cada mascarilla puede tardar entre ocho y 15 días porque se debe hilar el algodón y teñirlo.

Miriam Calazacón, guía nativa del centro cultural Mushily, señala que las mascarillas están reforzadas con material antifluido, sobre el cual se coloca la tela tejida y, además, son bordadas con el sello Mushily. Los turistas también las han adquirido. Uno de ellos es Miguel Andrade. Él acudió en noviembre y las compró para obsequiar a las mujeres de su familia. “Me pareció un regalo útil y bonito. He visto que las mujeres se colocan mascarillas con flores, pero qué mejor si es algo artesanal y nativo”. Cada mascarilla cuesta USD 5.

Regina Calazacón es una de las tejedoras de Chigüilpe. Ella afirma que la iniciativa de confeccionar prendas nativas para los turistas nació hace más de tres años. Primero hicieron faldas, pero la elaboración tardaba más de dos meses porque debían tejer más de dos metros, de distintos colores. Entre los inconvenientes que se encontraron estaba que no había suficiente producción de algodón para cumplir con los pedidos que les hacían los centros turísticos. El año anterior decidieron introducir otros productos que se elaborarán en menor tiempo y fueran más útiles para los turistas. De esa manera, empezaron a vender cintillos para el cabello de las mujeres y bufandas. La elaboración dura alrededor de dos semanas, si el tejedor trabaja durante dos horas diarias. Calazacón afirma que los turistas empezaron a interesarse por esos productos y vendían alrededor de 100 al mes.

Pero por la pandemia debieron parar la confección hasta que el turista retornara. Ahora venden unas 20 bufandas y unas 30 mascarillas. Calazacón asegura que, aunque las ventas son bajas, de unos USD 250 al mes, el dinero ha servido para sostener a sus familias. En total, las mujeres de Chigüilpe venden alrededor de 50 mascarillas a los turistas, que visitan los centros turísticos cada fin de semana. Además, se tiene previsto que para el feriado de Carnaval y la fiesta Kasama, las ventas aumenten un 50%. Los tsáchilas ya han recolectado el algodón y han comprado lana para fabricar sus productos. También elaborarán artesanías y amuletos nativos.

FUENTE: REVISTA LIDERES (EC)

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