¿Corea del Norte se acerca al capitalismo?

Kim Hye Yong, administradora de una fábrica de cosméticos en Sinuiju, en el noroeste de Corea del Norte, no se inquieta cuando se le habla de una planta rival en Pyongyang. «Competimos», dice con firmeza.

En este recluido país dirigido por una dinastía autócrata, se alienta discretamente la apertura económica.

De cara a la segunda cumbre con el dirigente norcoreano Kim Jong Un, el presidente estadounidense, Donald Trump, habló sobre la posibilidad de que Corea del Norte, país pobre, aislado y dotado de la bomba atómica, se convierta en «potencia económica». Pero la realidad es más compleja y Corea del Norte intenta lograrlo sin ayuda.

En ocasión del último congreso del partido único en el poder, Kim había denunciado «el viento inmundo de la libertad burguesa, de la ‘reforma’ y de la ‘apertura’ que sopla en nuestro vecindario».

Se trataba de una referencia límpida a China, que llegó a segunda economía mundial por la liberación de las fuerzas del mercado, una política bautizada «socialismo con características chinas».

La prensa oficial norcoreana critica regularmente los males del capitalismo, sistema que inevitablemente caerá. Pero en la práctica, desde hace unos años, el régimen reforma de manera silenciosa la economía y el control del Estado es menor.

Se autorizan los vendedores privados en los mercados paralelos, las empresas públicas son más libres y las autoridades hacen la vista gorda sobre las operaciones de las empresas privadas. La competencia entre fábricas, la diversificación y la integración vertical se ven con buenos ojos

‘RESPONDER A LA DEMANDA’
En la fábrica de Sinuiju, los operarios, vestidos de blanco, mujeres en su mayoría, operan máquinas que producen cosméticos, cremas y lociones. Muchos productos son fabricados con ginseng, una raíz con virtudes medicinales.

El empaquetado recuerda a veces al de algunas marcas occidentales como Pantene o Head and Shoulders. «Tiene que haber mucha gente que prefiera nuestros productos», dice Kim, de 54 años.

Cuando Kim Jong Un visitó la fábrica junto a su esposa, Ri Sol Ju, saludó su carácter innovador y atractivo para el consumidor, según la agencia oficial KCNA. El líder autorizó a la fábrica abrir negocios en todo el país, cuenta Kim.

«Como fabricamos productos que responden a la demanda, ello acerca a los consumidores y a los productores», dice a AFP. «Somos útiles para el pueblo».

Los efectos de las reformas son más visibles en Pyongyang, en donde una clase media frecuenta cafés, gimnasios y está cada vez más equipada con teléfonos celulares.

Pero los habitantes de la capital son una élite privilegiada no representativa del país. Corea del Norte fue sancionada en múltiples ocasiones por su programa nuclear y balístico por lo que los resultados de esta política económica son moderados.

Según el Banco Central de Corea del Sur, el PIB norcoreano se contrajo 3,5% en 2017, última cifra disponible.

VIETNAM, UN MODELO
Luego de la guerra de Corea (1950-1953), el Norte era más rico que el Sur, por el apoyo soviético y la decisión del colonizador japonés de concentrar la industria en el norte por los recursos mineros y el potencial hidroeléctrico.

Pero la situación cambió.

La economía norcoreana, considerada durante mucho tiempo como la más controlada del mundo, sufrió de una mala gestión, agravada por la desaparición de la Unión Soviética. Según los datos disponibles en Seúl, el ingreso medio en el Norte es equivalente a menos de 1/20 del del Sur. Pyongyang casi no publica estadísticas.

Pekín, principal aliado diplomático y socio comercial de Pyongyang, insiste para que su vecino siga su modelo económico. En Sinuiju, cerca de la frontera con China, el contraste entre los dos países es evidente.

En la otra orilla del río Yalu, frontera natural entre China y Corea del Norte, se pueden ver las luces y las torres de la ciudad china de Dandong. A pocos kilómetros de allí, en Corea del Norte, se ven bueyes que tiran carretas. Por su situación geográfica, la economía norcoreana estará siempre íntimamente vinculada a la de China.

El gigante asiático representa más del 90% de sus intercambios comerciales.

Pero en la capital norcoreana hay diplomáticos que explican que Pyongyang no quiere depender mucho de Pekín, pero tampoco le gustaría serlo de Estados Unidos, sean cuales fueren las promesas de Donald Trump.

Pyongyang es profundamente nacionalista y la ideología del régimen, el Juche, reposa sobre la autosuficiencia económica. El Norte está más interesado por el modelo vietnamita, país comunista más pequeño que China en donde el gobierno conserva el control total beneficiando al mismo tiempo de una economía de mercado.

INVERSIONES ARRIESGADAS
El año pasado Kim Jong Un explicó que el arsenal nuclear estaba listo y que «la construcción económica socialista» era ahora la prioridad. Su discurso de Año

Nuevo estuvo dedicado casi en su totalidad a la economía, aunque los analistas noten que en los últimos meses hubo menos reformas.

Kim «no sólo está convencido en conservar el control, está también realmente preocupado por el estado de la economía norcoreana», subraya Andray Abrahamian, investigador de la Universidad de Stanford.

«En el fondo es un pragmático». Los dirigentes norcoreanos saben «que deben sacarse de encima las sanciones, sin hablar de sus propios límites internos».

Con o sin sanciones las inversiones en el Norte son arriesgadas.

Las infraestructuras son deficientes, la corrupción es generalizada y no hay seguridad jurídica, según los expertos. La empresa egipcia de

telecomunicaciones Orascom había invertido centenares de millones de dólares para desarrollar la primera red de telefonía móvil en el Norte, Koryolink.

Pero Pyongyang creó un operador paralelo y la empresa egipcia no pudo sacar su dinero. El gigante de materiales de construcción, LafargeHolcim se quitó de encima en 2017 su participación en una cementera norcoreana, sin recuperar lo invertido.

Los analistas también alertan sobre un acuerdo por el que el Norte renunciaría a los misiles intercontinentales a cambio del reconocimiento de su calidad de

Estado nuclear. «Incluso si se levantan las sanciones, una Corea del Norte nuclear no lograría atraer inversiones mayores por la vulnerabilidad de sus relaciones pacíficas con sus vecinos», estimó Paul Choi, analista de CLSA.

FUENTE: DIARIO PORTAFOLIO (CO)

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